Anoche soñé que volvía a Londres, a la ciudad brillaba con el pálido sol de otoño. Me dirigí hacia Maida Vale, a la mansión que siempre fue nuestro refugio. Me adentré por por la esquina del Dreams Arms, donde tantas horas habiamos pasado, y seguí caminando por las angostas callejas de Kensington Mews. El camino iba serpenteando, retorcido y suntuoso como siempre, pero a medida que avanzaba me di cuenta del cambio que se había operado. Las pequeñas casitas que antaño iluminaban el trayecto con las luces de sus jardines, ahora estaban deshabitadas, y oscuras. Sin embargo continué mi camino guiado por la luz de una estrella que me llevó hasta el final.
En infinito idilio que había sido nuetro finalmente estaba allí: Maida Vale. Maida Vale, reservado y silencioso. El tiempo no había podido desfigurar la perfecta simetría de sus muros. De pronto, me pareció ver luz en las ventanas pero una nube cubrió de repente la luna y se detuvo un instante, como una mano sombría escondiendo un rostro. La luz de la luna puede jugar con la imaginación. ; me encontraba en el porche pero no podía entrar porque la puerta estaba cerrada. Entonces, como todos los que sueñan, me sentí poseido de un poder sobrenatural y atravesé la puerta como un espíritu la barrera que ante mí se encontraba, pero todo estaba callado y vacío allí dentro.
La ilusión se fue con ella, y las luces de las ventanas se extinguieron. Veía un caserón desolado sin que el menor murmullo rozara sus imponentes muros. Nunca podremos volver a Wright´s Lane, pero algunas veces he vuelto allí; a los extraños días que para mí empezaron aquella noche cuando un destello deslumbró mi cara y que procedía de la luz de la luna que se reflejaba en tu rostro.
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